Capítulo
7: "Dame Sólo Una Razón"
Paty
La ceremonia
terminó y me dirigí hacia mi apartamento justo cuando noté que olvide mi bolso
negro de la colección Le 30 de Dior, en charol negro, de pitón beige.
Fabricado en piel de cordero con asas, que están
elaboradas en piel y doble cadena, con el característico
repujado Cannage.
Mi piel se
eriza por un instante y comienzo a ver como las luces son apagadas una a una.
Todo lo que fue la gran ceremonia. El gran salón y el vestíbulo principal
vacío. Camino por uno de los pasillos que conducen a mi camerino. Un sonido
característico se comienza a oír poco a poco. Es Richard lo puedo oír a un
millón de kilómetros. Su voz se me hace muy dulce, grave y varonil. Me vuelve
loca.
Al llegar toco
la puerta pero no recibo la respuesta que necesitaba. Entro y cierro con una
sutileza que debe inspirar a los ángeles un poema sobre mí. Observo las
pinturas que decoran las paredes de mármol de está fina estancia. Comienzo a
buscar si Richard está en la habitación o no.
— ¿Qué haces
aquí? ¿Quién te invitó? — su voz es tan aguda que llega a cortar mi aliento. Puedo
saber quién es con tan sólo oír su gesticulación de voz, o más bien su intento de
comportarse decentemente. Ella es Yamy.
— Vine a
recoger mi bolso. — pues quién se cree, sino es más que la querida del hijo del
presidente. — ¡Me invitó mi amiguísimo Osvaldo! — Se queda con la boca abierta.
Se lo merece nadie insulta a Patricia Schumacher.
— ¡Eres una
zorra! —Eso me dolió demasiado y le pague con la misma moneda.
— ¡Pues tú no te quedas atrás querida! — Se
nota en su expresión llanto o alguna cursilería, de esas baratas.
— ¡Ósea la
vida no es color de rosa! Piérdete y déjame en paz. —Que se cree esa tipa.
¡Acaso puede aparecer de la nada y llamarme golfa! Quién le dio tanta autoridad
a esa nefasta.
Nos fulminamos
con la mirada por unos cuantos minutos. Recorremos una montaña rusa que es
impulsada por el odio que sentimos la una por la otra. Nos destrozamos la una a
la otra como los quebrantahuesos a sus víctimas. Demacramos nuestros tejidos.
Somos tan viscerales con eso de odiar que las dos parecemos otras.
— ¡Mastuerza de quinta! ¿Dime quién crees que soy? —Su volumen de voz
se elevo tan rápido. La rabia controlaba todo mi sistema.
—Schlampe
aus meiner Sicht. —Sólo dije eso y ella inmediatamente dio un paso adelante.
—Alemana reciclada.
—Espeto, dio un giro con gran estilo para abofetearme y salió corriendo.
— ¡Tonta
Mexicana! —Me apresure a ir al espejo. Tomo un poco de maquillaje de uno de los
estantes de los estilistas y corrijo la imperfección que me dejo la
desnaturalizada de Yamy.
Gracias al
inmenso espejo logro encontrar mi carísimo bolso. Justo detrás de algunos
trajes. Debo admitir que quién los use, sabe de moda.
Decido ir por
el bolso. Me agacho con cuidado. Aún cuando no hay nadie no debo perder el glamour. Tomo el bolso y repentinamente
pierdo el equilibrio. Caigo dentro de lo que parece un inmenso closet. Aunque
en su mayor parte está vacío. Es enorme. Las paredes parecen de terciopelo. Veo
un poco más al fondo. Inspecciono rápidamente mi figura en un espejo. Un hermoso vestido color
azul cobalto decorado con cintas de satén gris grafito colocadas junto con
pedrería, en específico, esmeraldas y zafiros que resaltan mi belleza. Y qué
decir de mi manicura y pedicura. Mi
maquillaje era despampánate. Mi calzado no se apreciaba porque el vestido los
cubría. Era muy largo y resaltaba mis valores estéticos. Todo gracias a mi
Diseñador de Imagen y Creador de mis atuendos. Cristian.
De repente,
hoy los pasos de algunas personas. Lo
único que hice fue acostarme en el frío suelo del closet. Por suerte había
corrido la puerta del secreto vestidor.
—Pensé que no
habías venido. —Contesto una de las dos voces. Era una voz gruesa por lo que
supuse que era un hombre. Me sonaba familiar su tono.
—Llegue un
poco tarde al evento. —Esa voz es de la insensata Yamy. Su agudeza es
inconfundible.
—Te dije que
no contarás nada sobre Osvaldo. Todos ya saben que salgo con él aunque no hemos formalizado. —Ella se vuelve más cruel
con cada palabra que sale de su boca.
—Él único que
sabe sobre esto es Cristian. No creo que él lo haya contado. —Me arrastro sin
hacer ruido y me escondo detrás de un traje que por fortuna me esconde
perfectamente, observo detenidamente lo que hacen.
—Dante, creo
que lo estamos subestimando. ¿Crees qué él sea un buen aliado?, ¿No nos
traicionará? — ¡Oh mi Dios! Es Dante. Jamás lo pensé de él.
—Claro que no.
Lo tengo amenazado. —Yamy se exalta y se nota una mirada que me infunde pavor.
— ¡Amenazado! Eso
me gusta. —Hace énfasis en AMENAZADO. Pobre de mí Cristian. No puedo pensar en
él llorando. A pesar de ser un aclamado diseñador no puedo pensar en lo difícil
que debe estar siendo esto para él. El maquillaje se me vuelve a arruinar por
culpa de mis bien merecidas lágrimas.
— ¿Qué haremos
con esa Paty? Ella representa un peligro en nuestro plan. Debe ser exterminada
cuanto antes. — Nunca pensé que Yamy tuviera un lado oscuro muy bien guardado.
Pero vaya que guardado se lo tenía. Y de Dante, pensé que sólo jugábamos cuando
le preguntamos a un compañero: ¿Quién era más víbora? La solución salina corre
por mi cara. Me siento tan impotente.
—Nunca me ha
caído bien. Pero sabes creo que sé quién puede ayudarnos con esté trabajo. —Un
aura oscura se puede ver alrededor de Dante. No sé sí es en verdad eso o sólo
lo imagino.
—Me parece muy
bien eso. Cuéntame sobre tu nueva adquisición. — Ella tiene un brillo tremendo
en sus ojos. Del dulce tono en el que siempre están, ahora pasaron a un gris
grafito.
— Se llama
Berenice Drhez. Es una condenada. Moriría hoy pero la salve y ahora ella me
debe un gran favor. — Mi amiga Bere. No por favor, no más. Mis lágrimas están
arruinando completamente el maquillaje.
— Me parece muy bien. Necesitamos que alguien
se acerque a Osvaldo y ella me parece una excelente opción. — No hay palabras
para describir tanta maldad. Ellos dos son la maldad personificada.
— Yamy, Yamy,
Yamy. ¿Sabes qué necesitamos? —Dice Dante sin vacilar.
— Una luz al
final del camino. Algo que nos ayude dentro de éste mar de sombras. Morir no es
una opción. — Yamy se queda estupefacta con esté último enunciado. Yo igual.
—Nuestro plan
no tendrá precedentes. Ni fallará. Ni mucho menos Radiactivo impedirá que lo
hagamos. ¡Todos están perdidos! —Masculla con tanta naturalidad.
— ¿Y qué
haremos con el hermano del Presidente? —Comenta Dante. — Esto no es posible.
Nadie creerá esto.
—Dejaremos que
el siga creyendo que nos controla. Después lo secuestraremos y veremos qué hacer
con él. — Ella es muy frívola. — Todo lo que he oído, es impactante.
— Dante. Dame
sólo una razón para que no asesine a tu queridísima amiga de toda la vida. — No
puedo creer lo que oyen mis oídos. MATAR.
— Fany, sólo
está confundida. Deja que ella reaccione y se nos una. — El Dante que conocía
ha regresado.
— Le daré sólo
una oportunidad. Si falla morirá. — Yamy hace un pausa y suelta un risa
malévola. Se da la vuelta y sale del camerino.
Dante también lo hace.
Espero cerca
de quince minutos y decido salir. Busco en toda la habitación señales de
Richard. Abro una de las dos puertas de que conectan hacía otras habitaciones.
Giro la perilla de la puerta izquierda y lo veo. Todo golpeado en una de las
literas. No sé sí está muerto o sigue con vida.
Salgo de la
habitación y llamó a una ambulancia
desde un teléfono público. Doy el informe y rápidamente enciendo mi CTS V Sedán
negro.
Nadie debe
saber que estuve aquí. Ni nada por el estilo. Estoy en un gran problema. Esto
es tan grave que puedo llegar a morir…
No hay comentarios:
Publicar un comentario